Angelus Speculator

La palabra "analista" no viene en ese magnífico (nótese la fina ironía) "Proyecto Palladium", por lo que me busqué algo más abierto. "Angelus", que derivó en "ángel", significa mensajero y "Speculator", que derivó en "especulador", significa observador.
He ahí lo que pretendo ser: un analista, un especulador, un mensajero observador (perfectamente interpretable como "cotilla"), en definitiva: alguien que, independientemente de la visión global, saca sus propias conclusiones del mundo y las transmite.
Pero, paradójicamente, muy lejos estoy de ser un ángel.

La sandía triangular

sábado, 15 de enero de 2011

Imáginate que yo tengo una sandía triangular. La única en el mundo. Me ha costado tanto tiempo de investigación biológica hacerla que gasto aún más dinero en que los medios publiquen la noticia. Eso sí, sin foto. Y por supuesto, aquél que quiera venir a verla tiene que pagar.
Pero llega un momento en el que la gente se cansa. Así pues, aprovecho el ansia masiva por la posesión y vendo las semillas de mi sandía triangular, que ya no es única en el mundo.
Sin embargo, surge un problema. Cuando yo vendo una semilla de sandía triangular a una persona, esa persona al poco tiempo tendrá otra idéntica a la mía. Y se la puede enseñar a la gente que aún no la ha visto y no pagó entrada. O mejor, puede regalar o incluso vender las semillas que de su sandía salgan. ¿Qué puedo hacer? Pues algo muy simple: Cojo una semilla de mi sandía triangular y, mientras está creciendo, echo colorante azul al arriate -no nos olvidemos de que aunque sea un engendro creado artificialmente es una planta y necesita luz- y... ¡Bingo! Tenemos una sandía triangular azul. La única en el mundo. Ya puedo volver a vender entradas.
¿Sabéis por dónde quiero ir?
Aunque esperaba a terminar Apocalípticos e Integrados (Umberto Eco) para poder usar el término con seguridad, diré que quiero hablar de la "Industria Cultural".
¿Cuántas veces nos hemos visto con poco dinero en la cartera y por mucho que deseásemos ver una película hemos dicho: "Ya la echarán en DVD"? O mejor: "Ya me la bajaré de Internet". Y no, el azul de mi sandía no es la Ley Sinde. Eso sería haber ido casa por casa a matar a los propietarios. Hablo de la supervivencia de un producto cultural por medio de la mutación de caracteres. Así, a lo Darwin.
Aún recuerdo a mi profesor de Lengua, el ilustre Doctor José Juan Yborra diciéndome que la gente ya se estaba cansando del cine, un producto que por mucho que guste es de forma única y reiterada hasta la saciedad. Por mucho que veamos una película, el actor no se va a olvidar del texto ni va a improvisar. Mi profesor decía que por eso la gente estaba empezando a ir más al teatro.
Sin embargo y por desgracia para la industria cultural, además de hacer a la gente pensar, ser divertido e inesperado, el teatro no puede producirse por el método taylorista. ¿Qué hacer?
Por todos es sabido que si hay algo que atrae es la novedad. Y si hay algo que lo haga más es una falsa realidad que parece real. En efecto, el 3D.
Esta "nueva" técnica, cuyo primer efecto realizado fue en 1838 por Charles Wheatstone, no es más que un lavado de cara del cine, ya que ahora mismo es muy difícil o casi imposible -yo todavía no conozco a nadie que lo haya hecho- copiar y difundir masivamente al ciudadano medio una película en 3D para uso doméstico. La gente dice que sí, que está muy chulo, que casi parece que están dentro de la película... Pero, al igual que me pasa con la película Origen -y ya va siendo hora de que salga del armario de los críticos y lo diga- no me parece tan espectacular.
Los movimientos de cámara son imposibles de seguir y, al creer que la imagen proyectada está en tres dimensiones como la realidad, al intentar enfocar un objeto que está lejano acabamos forzando la vista y a más de uno le acaba doliendo la cabeza. Me cuesta ver una película en 3D, será que estoy mayor, que leo demasiado y necesito unas gafas debajo de esas otras gafas incomodísimas que dan en el cine o que soy muy especialito.
Pero hay algo que me corta mucho el cuerpo. Si ,en efecto, el 3D es la respuesta de la industria cultural a la "cultura libre" -piratería me parece un término sensacionalista- ¿en qué medida jugamos un papel más allá del consumo ciego y obsesivo? ¿Somos de verdad conscientes, tanto de nosotros mismos como de la realidad?
Bueno, yo aún no tengo respuestas para estas cosas (recalco el "aún", que la esperanza nunca se pierde). Pero sí voy a hacer algo que es hablaros de que, a partir del día 20 de enero, en el teatro Valle-Inclán, representan La Gata sobre el Tejado de Zinc Caliente de Tennessee Williams. Yo iré a verla, que el teatro es hacer ficción por medio de la realidad -el cine en 3D, como ya he dicho, hace una pseudorrealidad por medio de la ficción- y está vivo, además de que nunca veré la misma obra de la misma forma, no tendré que llevar gafas estúpidas que me hagan daño en las orejas y no creo que tenga problemas de enfoque cuando se muevan los personajes en el escenario.
La gracia está en que me di cuenta de todo esto viendo una película en 3D... Me pondré a leer para calmar mi conciencia. Qué le voy a hacer, aún disfruto esto de ser parte de una masa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Curiosa reflexión la de tu profesor de lengua, me ha hecho pensar que probablemente esté de acuerdo con él. Respecto al término "Industria Cultural", hasta donde yo sé fue acuñado por Adorno y Horkheimer en su obra "Dialéctica de la Ilustración" de 1969, es el título de uno de los capítulos.

Samuel Damián dijo...

En efecto, pero el problema está en lo retorcido del término (tanto como masa y cultura de masas). Por eso decía lo de Umberto Eco: Apocalípticos e Integrados acaba convirtiéndose en un manual que te enseña los peligros o las ventajas de usar esos términos para ciertas situaciones.
¡Pero es tan difícil no acudir a ellos!
Muchas gracias, por cierto. Sabía que eran Adorno y Horkheimer pero no la obra. Apuntado queda como próxima lectura instructiva.

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